El romance de la joven imberbe

Este 8 de marzo o equipo de Biblioteca decidiu adicalo a reivindicar a seguridade dos cidadáns, particularmente das mulleres, nas vías públicas. O dereito a poder ir por calquera lugar sen que as mulleres sintan desprotección ou preocupación polo que lles poida suceder. Sexa a hora que sexa. Sexan as circunstancias que sexan. Sexa a indumentaria que sexa. 

Para que queden no esquecemento frases como "Que alguén te acompañe ao portal, que non son horas"; "Non vaias por esta rúa, que é perigosa"... e un largo etcétera.

Para que queden no esquecemento as prohibicións que as fillas reciben dos seus pais, quen, por protexelas de perigos, desgraciadamente habituais, impídenlles realizar moitas cousas, para as que os rapaces non teñen ningunha restrición.

Aquí vos deixamos "El romance de la joven imberbe", que Carlos Bautista, Rubén González e Isaac da Cunha (1º Bacharelato A), representaron na Biblioteca e en Usos Múltiples, e un vídeo da súa magnífica actuación.


 

 En una noche muy oscura
y con rayos retumbando
una fea pesadilla
me dejó descalabrado.
Creció mi corto cabello,
mis facciones se afinaron,
la piel se volvió suave,
mis pechos se agrandaron;
y no tuve la osadía
de mirar más hacia abajo:
que faltaran mis tesoros
y quedar horrorizado.
Así salí de mi casa,
en bella dama mutado,
con un vestido de flores
que era corto y entallado:
a enseñar al mundo entero
mi nuevo cuerpo serrano.
Por la calle paseaba
y unos hombres, admirando
mis andares y figura,
groserías me gritaron:

- ¡Eres carne de primera
y no pollo para caldo!

- ¡Ven conmigo, muñequita,
que te voy a meter mano!

Jamás pasó por mi mente
que Ussain Bolt a mi lado
cual tortuga coja fuera
porque nunca corrí tanto;
a esta clase de improperios
yo no estoy acostumbrado.
Y así me pongo el abrigo,
con al menos treinta grados,
y evitar los ojos sucios
de los tipos despiadados.

Decidí volver a casa
para tapar mis encantos,
mis bonitos atributos,
con mi ropa de verano:
 una falda larga y floja
y no morir asfixiado.

Como está la calle oscura
y hay dos hombres apostados
esperándome en la esquina
- y noto el peligro claro -
doy entonces media vuelta
y me voy por otro lado.
Mil caminos atravieso,
en tacones, y me canso.
¡Aventura fascinante
dar mil vueltas por el barrio!
Andar tres horas y media,
si se tarda solo un rato
(diez minutos, más o menos,
caminando con buen paso).
Tortura es, que no deporte,
tener que pasear tanto,
vigilando mis espaldas
para llegar bien y a salvo.

Y desperté de repente
entre sábanas, sudado,
bendiciendo la fortuna
por haber nacido macho,
y poder ir por la calle,
en verdad, por cualquier lado,
sin agobios y sin miedos,
en pantalón corto o largo,
con bañador o con chándal,
sea sobrio o muy borracho.

Aprended de este suceso,
de este sueño estrafalario,
que los hombres se enajenan
al caer en el maltrato:
ven objetos, y no chicas;
son cobardes y chalados.

El romance de la imberbe
ya se da por acabado
si os gustaron estos versos
quiero oír vuestros aplausos.

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